Se tiene por cierto que el cierre del ramal ferroviario fue el origen de los tantos altares que, a la vera de las rutas, recuerdan a santitos populares como la Difunta Correa y el Gauchito Gil. El mineral y las mercaderías empezaron a transportarse más en camiones, y sus conductores saludan con tres bocinas los lugares elegidos para su memoria.

Tal influencia puede explicar que tengan mayor difusión que el culto local de Visitación Sibila, cuyos restos descansan en el cementerio de San Salvador de Jujuy, donde se acude a pedirle favores. Sin embargo, los rastros de Antonio Gil y Deolinda Correa se entrelazan con nuestra historia y nuestra iconografía.

La reforma eclesiástica de 1826, impulsada por Bernardino Rivadavia, produjo una repentina disminución de sacerdotes, sobre todo en los campos del interior. No era esa la intención de Rivadavia, pero la falta de atención religiosa permitió el florecimiento de una rica fe popular, muchas veces entrelazada con lo ancestral o con cultos de origen africano.

Otro hecho que enmarca la aparición de estas veneraciones es la situación bélica. Las guerras civiles recrudecen para los tiempos en que vivió Deolinda Correa y empiezan a extinguirse en los de Antonio Gil. Un tiempo de tanta incertidumbre potencia la necesidad de protección ultraterrena, y los milagros son más habituales que en tiempos de paz.

Con sólo algunos meses de diferencia se producen el milagro de Correa en San Juan y la aparición de la Virgen de Copacabana en Punta Corral. En nuestra provincia, dentro del marco general de la lucha fratricida entre unitarios y federales, comenzaba entonces la guerra contra la Confederación Peruano Boliviana (1836/1839), que atravesó nuestras Puna y Quebrada.

Recién en la segunda mitad de ese siglo, la Guerra de la Triple Alianza, con las posteriores derrotas de Felipe Varela y López Jordán, cierra ese ciclo histórico con la victoria de unos y la aniquilación de los otros. Poco después es derrotado Calfucurá en la batalla de San Carlos.

En nuestra provincia, las montoneras acaudilladas por Varela dan sus últimas cabalgatas antes de perderse en Bolivia y quedan, en la memoria de nuestra gente, para componer los cuentos orales de tapados y de Varelas. Son los tiempos previos a la persecución y la muerte del Gauchito.

La guerra contra el Paraguay tampoco nos fue ajena. Hacia 1920, don Prudencio Soto, de entonces 74 años, le relata a la maestra Urbana Heredia de Gil su largo andar desde que, en las cercanías de Tejadas (hoy distrito del Aguilar) “el 12 de Agosto de 1866 fui destinado por cuatro años al Batallón 4 de Infantería de línea, en ese tiempo fue el gobernador de Jujuy Don Pedro Portal, la tropa se componía de 3.700, hicimos el viaje a pie y nos condujeron con esposas en las manos durante el trayecto que lo hicimos en medio año”.

Después le relata su participación en la guerra del Paraguay tanto como sus destinos posteriores en la persecución del caudillo entrerriano Ricardo López Jordán y en los fortines del Sur. Así, nuestro paisano Prudencio Soto tuvo momentos cercanos a las vidas de Antonio Mamerto Gil y del gaucho Martín Fierro, tanto como el milagro de Punta Corral es contemporáneo del sanjuanino.

La imagen de la Difunta Correa, echada con el seno al aire y la wawa amamantando de su cadáver, puede dar una primera semejanza con la Pachamama: es la tierra que nos alimenta. Que la Madre Tierra tenga relación simbólica con la Virgen María es algo ya sabido, y podemos agregarle que, cuando se señala alguna gruta que recuerda a Deolinda Correa, nuestra gente suele llamarla “la Virgencita Difunta”, como escuché más de una vez al señalarme la de Puerta de Huichaira.

Sin embargo hay otro relato que se le asemeja en su aspecto, y es nuestra versión del duende. Se dice que el fruto de un aborto suele aparecerse a la que pudo ser su madre atacándola y comiéndole la teta. Acaso este relato, muy difundido en nuestra provincia, tenga raíces comunes con el hapi ñuñu que menciona Huaman Poma de Ayala (1534/1615) cuando detalla la lista de los espantos que convivieron con la primera generación de los Vari Vira Cocha Runa.

En cuanto a la estampa del Gauchito, hay una transición iconográfica muy interesante: en nuestras representaciones de Santiago se fue dando la mutación desde aquel caballero que decapitaba moros con su espada, su capa y su casco, hacia la del gaucho que cabalga con su poncho, su sombrero y su cuchillo, acercando las dos representaciones y, probablemente, produciendo en los fieles sentimientos afines. Santiago es, por otra parte, patrono del gaucho y del caballo.

Alguien ha notado también que los altares colocados a la vera de la ruta, en nuestras Quebrada y Puna, suelen representar en parejas a los santos protectores, ya sean de la Difunta, del Gauchito, de San La Muerte o de Expedito, y que lo hacen en la forma dual de una representación masculina y una femenina, subrayando que esa convivencia se da en menor medida en otros similares alzados más al Sur.

Los videos que presentamos aquí fueron registrados en Mercedes, provincia de Corrientes, tanto en el Santuario del Gauchito, donde fuera asesinado, como en el cementerio donde dicen que descansan sus restos, y en Vallecito, San Juan, donde perdió la vida Deolinda Correa y sus fieles la recuerdan.