Su mirada se detiene alli donde lo asombra un mundo que, pequeño o inmenso, termina por retratar.

Humberto Allegretti vive en la zona rural de Maimará. Recuerda a una profesora de historia que, en sus tiempos de estudiante, le encargó registros fotográficos y recuerda las diapositivas de su padre. El resto es salir a caminar para dar con las imágenes, labor que redescubre con la aparición de las cámaras digitales. Acaso interese, dada la presencia del lecho del río en sus cuadros, que su oficio es el de la cerámica.

Nos dice que “cada uno tiene una mirada de acuerdo a su personalidad y por esto se repiten las temáticas, cada imagen surge independientemente de otras anteriores pero después uno va encontrando coincidencias y a partir de ahí surge el armado de estas SERIES. Nunca se me ocurrió sacar alguna foto en especial para que forme una serie como si se tratara de completar un álbum de figuritas”.

Comparte con Intuiciones cuarenta fotografías en las que el detalle, el cansancio de la tierra, los cardones y sus sombras, las herramientas o los caballos, lo humano reducido a su dimensión, las luces, los vientos y los silencios rebotan como un eco que se detiene en el cuadro.

Hoy que los paisajes quebradeños han retornado a su quietud previa al turismo, el asombro parece haberse olvidado de aquello que puede resultar pintoresco. En ese sentido, creemos que las imágenes de Allegretti se resignifican porque reposan, muchas veces, en partecitas que no siempre se referencian con su entorno paisajístico o porque lo inmenso sabe a soledad.

Hay, si, señalamientos a la cultura en sus mojones, en sus cementerios, sembradíos, pero no sólo son pocas en esta serie sino que parecen conformarse con adjetivar el encuentro del caminante, cuya mirada se detiene allí tanto como en lo cóncavo del barro en el lecho del Río Grande, en la silueta de las cortaderas delante de la luna o el estallido del verde o el hielo en los charcos.

Un trozo metálico, resto de alguna carrocería, tiene tanto valor como un brote de rica rica porque acaso el valor, en donde se rescata lo bello del objeto, no está allí sino entre el artista y el entorno, en su mirada. No se trata de una producción para la foto, se trata del destello de la visión del mundo ante el caminante.

Los paisajes, los entornos de lo humano, no son sólo aquellos lugares que resaltan por sus formas o colores, impresión básica de la intuición, sino por lo que entendemos en ellos, por lo que construimos. Siendo más básicos, hay laderas que tienen el sentido de la peregrinación como hay construcciones que señalan la presencia de la ofrenda; hilando más fino acaso haya algo muy elemental que se juega en el mirar.

Tras un año en el que la última celebración comunitaria fueron los Carnavales, cuando no tuvimos las dos grandes peregrinaciones al cerro que se realizan en Semana Santa y en Setiembre, cuando hubo pachamamas espaciadas e íntimas y vaya a saberse cómo esperaremos a las almas en Noviembre, lo natural reclama una presencia mayor, un tanto menos nuestra y más libre. Esa es la otra dimensión que podemos ver.